sábado, 15 de marzo de 2014

Traumas

Antes que otra cosa, querido lector, quisiera empezar diciendo que lo que usted encuentra aquí escrito son meros ejercicios pues... de eso... de escritura. No escribo aquí porque antes lo haya meditado mucho y decidiera compartir x o y reflexión con usted, no. Ya pronto abriré un espacio para los textos bien pensados (relatos en su mayoría) y, por lo tanto, más serios. 

Pasemos a lo siguiente, que es lo interesante.

Cada que cometo un error con toda la conciencia de que lo voy a cometer (como la nueva vivencia estúpida y que me va a dejar toda rota una vez más a partir del miércoles, si todo sale bien) pienso en muchas a cosas, sobre todo en la mayor de mis sobrinas. Siento una identificación con ella y ganas de decirle lo que siempre quise que a mí me dijeran a su edad. Me da pavor pensar en que su vida, en unos años, sea parecida a la mía y que le hagan daño las mismas cosas y que se vea atrapada en un loop interminable de errores que repite y repite una y otra vez y, de los cuales ella (y por ella me refiero a mi) ya sabe cuál es la lección pero sigue sin aprenderla.

¿Es mucho pedir que eso nunca le suceda?

Labor inútil, lo sé, porque aunque no sean los mismos traumas, seguramente tendrá traumas... En fin, lo único que quisiera decirle, a veces, es que si la vida, el destino o lo que sea, ya le hizo evidente cual es la moraleja de sus vivencias pues que lo aprenda y no cometa los mismos errores que su tía por llenar una carencia de lo que sea o un miedo estúpido a no sé qué.

Por favor, a ella nunca le digan que la vida está en otra parte. Nunca, jamás. Lo suplico. 

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