miércoles, 2 de julio de 2014

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Allá nos leemos :)

martes, 18 de marzo de 2014

Tres de tres caídas

Tengo una forma muy extraña de establecer relaciones de cercanía con alguien. Por ejemplo me gusta pensar que ese accidente ya se venía anunciando de alguna manera.
De camino hacia allá fueron dos tropezones, de regreso uno: dos es coincidencia, tres es una confirmación.
Además de que yo me quede preocupada por el primer tropezón que desembocó casi en una caída. 
Pero no me hagan caso, a mí se me da perfecto eso de andar prediciendo catástrofes, hasta las que no suceden.

sábado, 15 de marzo de 2014

Traumas

Antes que otra cosa, querido lector, quisiera empezar diciendo que lo que usted encuentra aquí escrito son meros ejercicios pues... de eso... de escritura. No escribo aquí porque antes lo haya meditado mucho y decidiera compartir x o y reflexión con usted, no. Ya pronto abriré un espacio para los textos bien pensados (relatos en su mayoría) y, por lo tanto, más serios. 

Pasemos a lo siguiente, que es lo interesante.

Cada que cometo un error con toda la conciencia de que lo voy a cometer (como la nueva vivencia estúpida y que me va a dejar toda rota una vez más a partir del miércoles, si todo sale bien) pienso en muchas a cosas, sobre todo en la mayor de mis sobrinas. Siento una identificación con ella y ganas de decirle lo que siempre quise que a mí me dijeran a su edad. Me da pavor pensar en que su vida, en unos años, sea parecida a la mía y que le hagan daño las mismas cosas y que se vea atrapada en un loop interminable de errores que repite y repite una y otra vez y, de los cuales ella (y por ella me refiero a mi) ya sabe cuál es la lección pero sigue sin aprenderla.

¿Es mucho pedir que eso nunca le suceda?

Labor inútil, lo sé, porque aunque no sean los mismos traumas, seguramente tendrá traumas... En fin, lo único que quisiera decirle, a veces, es que si la vida, el destino o lo que sea, ya le hizo evidente cual es la moraleja de sus vivencias pues que lo aprenda y no cometa los mismos errores que su tía por llenar una carencia de lo que sea o un miedo estúpido a no sé qué.

Por favor, a ella nunca le digan que la vida está en otra parte. Nunca, jamás. Lo suplico. 

martes, 4 de marzo de 2014

Siestas

Ya van más de tres personas que me cuentan la misma anécdota (con sus variantes, claro, pero en esencia es la misma cosa) y a mí siempre se me ha hecho de lo más extraño porque nunca me ha pasado y porque, con el tiempo, he llegado a suponer que no tengo la mente tan centrada en una sola idea por tanto tiempo como para que algo así me suceda. La historia va más o menos así: 
La tendencia del estudiante promedio, por las razones que se deseen poner, es de terminar un ensayo, escrito, monografía, artículo, etc., una noche antes de la entrega de mismo; ya se imaginará, querido lector ( y si no, hágalo) el tremendo desgaste que con lleva la selección de bibliografía, la lectura de la misma y juntar todo eso con un par de reflexiones que parezcan auténticas... En fin, algunos de mis conocidos deciden tomar pequeñas siestas para no terminar colpsando en más de un modo. Explico; supongamos que la persona en cuestión escribe un par de párrafos y decide que está agotado, programa su alarma para que suene dentro de una hora o unos minutos menos y duerme, después de la siesta se levanta para escribir otro par de párrafos con la mente más fresca y así repite el ciclo hasta terminar el texto. Lo que les sucedió a las personas que me contaron de su experiencia con esta técnica de siestas programadas es que, en algún momento de la madrugada, olvidaron programar su alarma antes de dormir esos minutos. Durmieron tan profundo que se soñaron a ellos mismos escribiendo frente al monitor, terminando el texto que tienen que entregar, hasta que la realidad en forma de un ruido, la voz de alguien o la luz los obliga a regresar de aquello y a caer en pánico porque el texto no se encuentra listo para ser entregado y evaluado. Lo que me sorprende no es lo que sueñan en sí, si no que (y no miento) las personas a las que les ha sucedido esto recuerdan las reflexiones que aparecieron en su sueño y, con los pocos minutos que les ofrece la mañana, recrean todo ese cúmulo de ideas que aparecieron en ese onírico momento y concluyen su texto de manera feliz.

En fin, que no hay quién entienda las proesas de la mente y si usted que está leyendo esto las entiende espero que no sea por medio de revelaciones que llegaron a usted a través de un sueño.

lunes, 24 de febrero de 2014

Y opte por quedarme callada la mayoría del tiempo. Era mejor así, nada me incriminaría y resultaba mejor decepcionarlo por lo que no escuchó que por lo que sí. 
Ya se me había hecho tarde para pensar lo que pienso ahora. 
Todos los finales son el mismo repetido, escuché por allí y creo haber aprendido la lección. 
Y si sí...
Y si no...
No hay nada más trágico que tratar de olvidar lo que todavía no pasa.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Escribir es un ejercicio tortuoso

viernes, 15 de mayo de 2009