martes, 4 de marzo de 2014

Siestas

Ya van más de tres personas que me cuentan la misma anécdota (con sus variantes, claro, pero en esencia es la misma cosa) y a mí siempre se me ha hecho de lo más extraño porque nunca me ha pasado y porque, con el tiempo, he llegado a suponer que no tengo la mente tan centrada en una sola idea por tanto tiempo como para que algo así me suceda. La historia va más o menos así: 
La tendencia del estudiante promedio, por las razones que se deseen poner, es de terminar un ensayo, escrito, monografía, artículo, etc., una noche antes de la entrega de mismo; ya se imaginará, querido lector ( y si no, hágalo) el tremendo desgaste que con lleva la selección de bibliografía, la lectura de la misma y juntar todo eso con un par de reflexiones que parezcan auténticas... En fin, algunos de mis conocidos deciden tomar pequeñas siestas para no terminar colpsando en más de un modo. Explico; supongamos que la persona en cuestión escribe un par de párrafos y decide que está agotado, programa su alarma para que suene dentro de una hora o unos minutos menos y duerme, después de la siesta se levanta para escribir otro par de párrafos con la mente más fresca y así repite el ciclo hasta terminar el texto. Lo que les sucedió a las personas que me contaron de su experiencia con esta técnica de siestas programadas es que, en algún momento de la madrugada, olvidaron programar su alarma antes de dormir esos minutos. Durmieron tan profundo que se soñaron a ellos mismos escribiendo frente al monitor, terminando el texto que tienen que entregar, hasta que la realidad en forma de un ruido, la voz de alguien o la luz los obliga a regresar de aquello y a caer en pánico porque el texto no se encuentra listo para ser entregado y evaluado. Lo que me sorprende no es lo que sueñan en sí, si no que (y no miento) las personas a las que les ha sucedido esto recuerdan las reflexiones que aparecieron en su sueño y, con los pocos minutos que les ofrece la mañana, recrean todo ese cúmulo de ideas que aparecieron en ese onírico momento y concluyen su texto de manera feliz.

En fin, que no hay quién entienda las proesas de la mente y si usted que está leyendo esto las entiende espero que no sea por medio de revelaciones que llegaron a usted a través de un sueño.

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